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¿Qué tan nuevas son las nuevas masculinidades?

Colaboración del Psic. Jesús Alberto Rueda Trejo

En agradecimiento a mis madres académicas por formarme en género.


Si usted se ha mostrado interesado o interesada en aprender acerca de eso a lo que en ciencias sociales llamamos “nuevas masculinidades”, y por interés propio ha averiguado un poco al respecto, entonces quizá haya escuchado alguna vez que la masculinidad se encuentra en “crisis”. Y por tanto quizá tenga en mente que las nuevas masculinidades son opciones nuevas y nunca vistas previamente, pertenecientes a un modelo de masculinidad progresista. La panacea y cura del machismo, la evolución natural haciendo camino hacia un modelo sano y coherente.


Y si es así, permítame decepcionarle con esta lectura densa y difícil de procesar. Ahondemos solo un poco más antes de decepcionarle por completo. Quizá si su incursión en el campo ha sido suficiente también haya encontrado algunos grupos y posturas radicales que aseguran que tampoco tienen cabida en la nueva perspectiva de cara al futuro de la sociedad y quizá haya sido testigo de grandes manifestaciones y colectivos anunciando la destrucción de un paradigma arcaico e innecesario. Pues bien, déjeme plantearle una serie de consideraciones que quizá no haya meditado al respecto. Las nuevas masculinidades no son tan nuevas, las masculinidades han estado con nosotros los varones desde siempre, censuradas, desaprobadas, suprimidas, menospreciadas u ocultas en lo recóndito de la dimensión privada que hemos descrito tan nutridamente desde 1983 cuando Georges Duby, y Philippe Aries introdujeron el término, retomado de los ámbitos interacción social romana. Pero a final de cuentas, ahí han estado siempre, ocultas bajo un único modelo tóxico al que hemos llamado de muchas formas “machismo”, “masculinidad tóxica”, etc. modelo que en palabras de Walter Rizo, “han contribuido a forjarnos como al hierro en la fragua: a golpe de martillo y calor, para hacernos duros, fríos e inquebrantables”

Pero una posición diferente y reflexiva acerca de, ¿qué tan nuevas son esas “nuevas” masculinidades?, nos ofrece nuevas perspectivas identitarias a los varones y plantea respuesta a las preguntas: ¿Desaparecerá la masculinidad?, ¿son las nuevas masculinidades la panacea que tanto esperábamos?, ¿las nuevas masculinidades son en términos que cualquiera pueda entender, una reforma, ocasionada por un sisma?





La crisis de la masculinidad (hegemónica)

En la historia de la humanidad hemos sido testigos de crisis y reformas en distintos ámbitos: sociedad, cultura, arte, religión, formas de producción y ciencia han sido reformados, y en el marco de este último concepto, miles de científicos nos hemos adentrado en la exploración de las reformas que han traído consigo los distintos sismas de la humanidad y que llevan a cambiar las maneras en que conceptualizamos y hacemos las cosas.


Así como el absolutismo tuvo por sisma la revolución francesa y vino a sustituirlo con el liberalismo; así como el arte vivió el sisma del dadaísmo como la oposición al concepto de razón instaurado por el positivismo en las artes; así como el sisma protestante de Martin Lutero separó a la iglesia católica de la iglesia ortodoxa; y la revolución industrial y la producción en serie reformaron la forma de producción artesanal y agraria del siglo XIX hasta llevarnos a la industrializada sociedad moderna, el sisma de la masculinidad nos ha dado oportunidad a la nuevas generaciones de hombres de mostrar viejos rostros de una masculinidad más sensible, que ya estaban ahí esperando la oportunidad para mostrarse. Y es que esto no significa que lo antiguo o anterior haya desaparecido por completo en un movimiento de aniquilación total y rendición incondicional, muchos elementos de esos antiguos sistemas de organización y conceptualización que airosamente decimos haber “superado”, continúan dando la base sobre la que pisar a las formas en que hacemos las cosas nos recuerdan que para llegar hasta aquí tuvimos que vivir sus antecedentes.


Y es que aunque las reformas han atendido a la oportunidad de diversificación y los nuevos vientos nos han llevado a construir alas para el cambio anunciado, en ninguno de los ejemplos anteriores ha significado la destrucción negacionista de los modelos que le han antecedido, sino su reforma. Pues bien, hoy estamos en la etapa de reforma de las masculinidades que al igual que las feminidades, han alcanzado su sisma y por tanto su necesidad de cambio, pero no por ello su destrucción.


La diversificación en modelos constructivos, nos están mostrado que hay más de una forma de hacer las cosas (sobre todo a los hombres), y que nunca ha existido uno sola forma de ser varón, sino muchas a las que llamamos “nuevas masculinidades” y que nos han mostrado también que no es que sean realmente “nuevas” masculinidades sino que, después de tanto tiempo sintiéndolas, censurándolas y desaprobándolas, finalmente podemos mostrarlas.


Pero las “nuevas” masculinidades necesitan un espacio fértil, libre del control de colectivos ajenos a la masculinidad y a los hombres, pues las visiones de “ideales yoicos” sumisos son tan irreales como los modelos del machismo “agresivo” No, los hombres no somos solo aliados, somos actores sociales constructivos en posibilidades de cambio, específicamente en el campo de la perspectiva de género.


Por extraño que suene, las nuevas masculinidades son asunto de hombres y para ello solo surge una sola condición para verles realizadas: su transición debe ser en términos de migración y mejora, en término de construcción positiva y enriquecedora a manos de los propios hombres y no en términos de obligación de cambio.

Lo que nos lleva de nuevo al principio de esta reflexión. Cuando se piensa que “todos los hombres son iguales” y que solo existe una sola forma de ser varón, se niega la posibilidad de cambio que proponemos, se convierte en una idea destructiva de esa única forma de identidad que los varones conocen y la idea de destrucción de lo único conocido para ellos, es también una idea de destrucción de los hombres en sí mismos. Por esta razón, las expectativas de cambio planteadas hasta ahora por diversos colectivos, no atienden a la condición del ser varón, porque ante la ausencia de hombres no son ellos los que las están planteando. El temor al aniquilamiento y desaparición identitaria genera resistencia y eso nos aleja de la participación.


Pero, ¿y qué tal si mostramos a los hombres que solo ellos pueden construir esas nuevas identidades masculinas, incluyentes, tolerantes, satisfactorias y en capacidad de interactuar con las mujeres y sus legítimos esfuerzos por reformar la condición de la mujer en la cultura? Mostrémosles a hombres y mujeres que las alternativas de masculinidad la pueden crear ellos mismo, en busca de ser más plenos y felices sin tener que responder a las expectativas de colectivos femeninos. Erradiquemos los ideales complacientes e inalcanzables asociados a las nuevas masculinidades, mostremos alternativas constructivas con participación de los hombres en la perspectiva de género, o de lo contrario esta reforma quedará lastimosamente incompleta, pues ante la ausencia de varones siendo atraídos a abrirse y mostrar las masculinidades censuradas, no alcanzaremos el cambio que mujeres y hombres queremos.

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